En Bolivia, el VIH sigue siendo un desafío de salud pública que parece no encontrar freno. Hace pocos días celebramos el 1ro de diciembre, Día de las Respuestas al VIH, un recordatorio de los retos que persisten. Mientras el mundo celebra una disminución del 33% en los casos nuevos de VIH, América Latina enfrenta un aumento del 9%, siendo la única región donde la epidemia sigue en crecimiento. Dentro de este panorama preocupante, Bolivia ocupa un lugar destacado, superando incluso el promedio regional de aumento.
Entre 2013 y 2023, el departamento de Cochabamba vio un alarmante incremento del 268% en los casos diagnosticados de VIH entre jóvenes de 15 a 24 años. Este crecimiento desproporcionado afecta tanto a hombres como a mujeres, datos que desafían la idea de que la epidemia se concentra exclusivamente en ciertos grupos, como personas trans, o gais. Las estadísticas revelan un incremento en 10 años del 217% en el grupo de 15 a 19 años y del 313% en el de 20 a 24 años, destacando que la juventud es la más afectada por esta crisis sanitaria.
Pese a los avances en diagnósticos y tratamientos, Bolivia se encuentra rezagada en la implementación de estrategias modernas de prevención combinada como la profilaxis preexposición (PrEP), la profilaxis postexposición (PPE), el auto-testeo y la promoción del principio de indetectable = intransmisible (I=I), una estrategia clave que resalta que las personas con VIH que logran una carga viral indetectable mediante tratamiento no pueden transmitir el virus. Estas herramientas, ampliamente adoptadas por países vecinos, han demostrado su eficacia para reducir la transmisión del VIH. Sin embargo, en Bolivia persisten barreras burocráticas y la falta de voluntad política para adoptar estas medidas.
Las campañas de prevención y educación sexual integral siguen siendo escasas y poco efectivas. El acceso a pruebas diagnósticas, combinada con el estigma y la discriminación, perpetúa la subestimación de los casos reales. Por otro lado, el acceso limitado a preservativos y métodos preventivos en general incrementa la vulnerabilidad de la población joven, especialmente en contextos marcados por la violencia de género.
Mientras los países de la región implementan recomendaciones de OMS sobre prevención combinada y tratamientos, Bolivia parece atrapada en una maraña de burocracia y falta de voluntad política que frena las acciones necesarias para enfrentar esta crisis. Las autoridades parecen más ocupadas en gestionar trámites que en apresurar soluciones eficaces para la prevención y el tratamiento del VIH.
Es imperativo que se actúe con urgencia. La juventud de Bolivia merece un futuro libre del estigma y de las consecuencias devastadoras del VIH. Esto solo será posible si se priorizan políticas públicas inclusivas, educación sexual integral y acceso universal a herramientas de prevención. La pasividad no es una opción cuando la salud y el futuro de toda una generación están en juego.
Lic. Harold Mendoza, facilitador y asistente de investigación en el Instituto para el Desarrollo Humano IpDH- Bolivia
Publicado en revista Agora PPM